Y yo la miro.

Yo me tumbo a su lado y la miro. La miro escribir, pintar, estudiar. Miro su boca cerrada, con la comisura fina propia de una señorita. Su  ceño un poco fruncido y su cara de concentración me fascina todos los días. La miro mientras su mano se mueve con soltura con el lápiz en la mano, y miro lo que dibuja y muchas veces no sé que está contando mientras dibuja trazos, pero sé que está expresando algo. Expresa el sentimiento más fuerte que en ella habita. 

La miro mientras habla, cuando enseña sus dientes perfecto y desprende amor. La miro sin que se de cuenta, preguntándome una vez más, qué tiene, y qué me da para que yo ande así perdido en su pelo pero a la vez tan centrado en su sonrisa. Miro sus piernas entrecruzadas y bajo y llego al tatuaje que tiene en el tobillo, aquel que se hizo en un momento de locura. Y ella me mira indiferente y su comisura se eleva, cosa que me gusta. Y la miro yo, y en contra de mi voluntad mis labios se acercan lentamente a los suyos, mientras yo miro sus ojos. Y con sus labios ella dibuja mi sonrisa, y yo me pierdo una vez más y me pongo a hablar de más. Ya no soy consciente de lo que pasa alrededor, yo callado y ella sonriendo, y mis ojos y los suyos caen rendidos y nuestras manos se entrelazan. 

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